Mensaje P. Tony Salinas

jueves, 23 de agosto de 2012

Al Encuentro de la Palabra…
También vosotros queréis iros?... (Jn 6,60-69 – XXI Domingo del Tiempo Ordinario)

            En este domingo nos encontramos con la lectura final del Capítulo 6 de san Juan, nos encontramos en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús ha terminado ya su discurso sobre el pan de vida. Alrededor se extiende una cortina de hielo y de sospecha. Y es que todo el discurso ha parecido difícil en todo lo que contiene. Inmediatamente se levanta una voz que sintetiza el desconcierto común: “Este lenguaje es duro”, es decir –si nos atenemos al original griego – es casi incomprensible, fantástico y hasta ofensivo a la inteligencia de los oyentes (¿quién puede entenderlo?). Todo el trozo está marcado por esta tensión que se ha creado después del discurso de Jesús. Él mismo habla explícitamente de “escándalo”, de falta de fe e incluso de traición; muchos discípulos “se echaron atrás”, separando su camino de aquel extraño rabí de Nazaret; más aún, a los mismo doce Jesús les pregunta si le quieren volver la espalada y “no ir más con Él”, casi podemos decir: apostatando de Él.
            Este final tiene pues, un carácter grave: se trata de tener que hacer una opción, ya que el que quiera tener “esa vida” – que Dios ofrece al hombre en Cristo, tiene que dejarse atraer por el Padre e ir a Jesús, creyendo, es decir, conformando su existencia según el mismo Señor. El tema es preparado por la primera lectura, donde Israel es puesto también ante una opción. Podría decirse que la escucha es la puerta de todo compromiso, pero que como la historia demostrará en el caso de Israel, la superficialidad en el cumplimiento de ese compromiso  pondrá en peligro la salvación de la comunidad.
            Jesús ha tenido paciencia de su falta de comprensión, de su querer entender  “lógicamente” sus revelaciones como salvador del mundo; ha sabido tolerar sus deseos de un “mesianismo terreno” e incluso ha soportar la “poca fe” de sus discípulos en la escena de la tempestad calmada. Pero ahora Jesús exige una decisión que tiene ciertas implicaciones: 1) Decidirse por Jesús no es algo que se sitúa a nivel de los sentimientos o en un momento pasajero, será obedecerle totalmente como el pueblo está obligado para con el Dios que los sacó de Egipto y les alimento con el maná del cielo (Ex 19-25). 2) Pero una opción a medias, ante una opción que intentara un Jesús a la medida del deseo humano, el Maestro prefiere  perder a todos sus discípulos y comenzar de nuevo, y es por ello que lanza la clara opción a los que han estado con Él: “También ustedes quieren marcharse?” (v.67).  Y ante estas exigencias, sólo se puede aceptar aquel acto de fe ejemplar de Pedro. En su respuesta a Cristo está concentrada toda respuesta humana a Dios a través de la historia: se trata de optar  por la fuente de la vida, por aquel en cuya Palabra residen “la luz y la vida de todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,5ss). Una opción por la Palabra más que por certezas, una opción “en fe” porque dichas palabras del Maestro son claramente duras y exigentes. Las Palabras de Pedro encierran al final de la escena la verdadera elección: sólo hay un “Santo de Dios” (v.69), es decir, uno capaz de relacionar con el Padre, a “quien nadie ha visto jamás, excepto el Hijo que lo ha revelado” (Jn 1,18). De hecho, el acto de fe es un don del Padre, como Jesús lo afirma ante el abandono de las gentes. Acoger a Cristo como “multiplicador” de panes era fácil entonces y también hoy, seguir la religión del éxito era espontáneo ayer como lo es hoy. Como los especialistas han querido llamar este relato “la crisis de Galilea”, hoy para nosotros no es simplemente un triste recuerdo histórico de la vida Jesús, sino también un momento actual donde todos nosotros debemos también decidir por Él o contra Él.


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