Mensaje P. Tony Salinas

lunes, 26 de noviembre de 2012

“Dijo Pilato a Jesús…”  (Jn 18,33-37 – Solemnidad de Cristo Rey)

            El cierre del año litúrgico se presenta con la hermosa celebración de la figura plena de Cristo rey, cuyo trono es la cruz, el “suplicio de los esclavos como escribía Tácito. Esta solemnidad fue instituida por Pio XI en 1925. Es interesante de nuevo constatar que le tema del Reino de Dios, tan querido por los evangelios sinópticos, está totalmente ausente en el cuarto evangelio, y que sólo adquiere fuerza al final de la existencia terrena de Jesús, en donde su realeza aparece una docena de veces. Y es en este evangelio de Juan, la escena con Poncio Pilato que reproduce al igual que los otros evangelios, la pregunta: ¿Eres tú el rey de los judíos? Parece a simple vista una pregunta de curiosidad legal, ya que estamos en el juicio de Jesús, pero su importancia es plenamente teológica. Nadie podría imaginar que este hombre, fuese o pretendiese ser rey, en las condiciones en las que se encontraba. Con la pregunta todos estamos llamados en el hoy de nuestras vidas, a responderle a Pilato, en qué consiste su reino y cómo se adhiere a la fe de todos y cada uno a Él. De allí, que la confrontación entre Pilato y Jesús, es pues, la definición de dos reinos desiguales. El reino del imperio construido a base de la violencia y la opresión y el reino de Jesús, que tiene su raíz en la solidaridad entre Dios y el hombre, que necesita adhesión amorosa, que tiene su realización no en la sangre de los otros, sino en la sangre derramada por su rey y Señor.
            Él es rey, pero su reinado se basa en la liberación auténtica del pecado y sus consecuencias, mediante el conocimiento de la Verdad que es Él mismo (“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” Jn 14,5). De hecho Jesús, situado ante una serie de situaciones que como en todas las épocas oprimían social y políticamente al hombre, ha marcado un camino más profundo, un camino primordial a toda liberación histórica hacia un reinado de vida: ha querido partir de la libertad del pecado, revelando la verdad del amor que vive en Él. Con razón lo ha dicho antes: “Conocerán la Verdad y la Verdad los hará libres” (Jn 8,23).
            El texto evangélico de hoy comienza con un “Tú” lleno de sarcasmo: Pilato tenía  noticia de las esperanzas hebreas en un “rey de los judíos” que marchará a la cabeza de las fuerzas revolucionarias antirromanas para inaugurar la era mesiánica de la libertad. Ahora tiene delante de sí un pobre prisionero torturado, de aspecto modesto y, es entonces que podemos comprender la ironía del inicio. Tal vez, la pregunta de Pilato tuvo que encaminarse más bien, en el sentido de preguntarle sobre ¿cómo es tú reino? El historiador Eusebio de Cesarea recuerda que los primeros cristianos procesados por los romanos durante la persecución de Domiciano a la pregunta sobre el reino de Cristo contestaban: “No es terreno, no es de este mundo sino divino y angélico y será plenamente instaurado al final de los tiempos”. Esta es la Verdad, que ellos confesaban, es decir, este era su Evangelio, sinónimo para san Juan de Verdad. De aquí, que le verdadero procesado al final no es Jesús sino Pilato, y todo hombre con él. Ya que quien no escucha su voz y vive de su verdad ya está condenado, porque no ha creído en Él que es la Verdad. En efecto, nosotros podemos encontrarnos todos los días ante la tentación del orgullo, de la prepotencia, de la falsedad, del odio: es ese reino terreno que tanto nos fascina y conquista. Pero nos encontramos también ante el reino de Cristo cuya meta es la verdad y la justicia. ¡El que es de la verdad, escucha mi voz! ¡Viva Cristo Rey!


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