Mensaje P. Tony Salinas
lunes, 8 de julio de 2013
“Por casualidad…”(Lc 10,25-37 – XV Domingo del Tiempo Ordinario)
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Al Encuentro de la Palabra…en el Año de la Fe
“Por casualidad…”(Lc 10,25-37 – XV
Domingo del Tiempo Ordinario)
La Palabra de Dios expresa
una realidad fundamental de la vida cristiana. Por ella recibimos, la misma
comunicación salvadora de Dios al hombre y al mundo. Como el mismo Señor nos
enseñó, ella es como una semilla: busca acogida, surco abierto y propicio. Una
vez dentro, comienza su obra de transformación. Engendrados por la Palabra a
nueva vida, somos en verdad hijos de Dios y, no lo olvidemos, somos hermanos
entre nosotros. La ley o norma fundamental que debe regular nuestra vida no es
algo lejano y exterior a nosotros. Es más bien algo que nos empuja desde dentro
a desprendernos de nuestros intereses y a amar, con toda el alma, a Dios y a
todos los demás. De esto trata el conjunto de la Palabra de Dios de este
domingo, con su culmen en el evangelio de san Lucas. La parábola de Jesús con
no más de cien palabras griegas (incluidos los artículos y las partículas)
logran crear un cuadro inolvidable. Un anónimo viajero solitario está
recorriendo el camino romano de 27 kilómetros que de la ciudad santa conduce al
espléndido oasis de Jericó. De improviso, en el área desierta una emboscada por
parte de una banda de rapiña, la violencia y la huida: episodios parecidos se
han repetido en esa zona durante siglos, hasta 1931 cuando fue víctima el
obispo anglicano de Jerusalén, como narra la historia. Y en la escena aparecen
un sacerdote y un levita, que ante el desconocido herido, dice el texto
tristemente “dio un rodeo y pasó de largo” y de pronto llegamos al culmen de la
escena, narrada por Lucas. Un samaritano, con gesto de profunda ternura, aunque
es el representante de una raza mixta y herética, profundamente despreciada por
los hebreos. Jesús dibuja con suma delicadeza los actos de ese samaritano: en
pocas líneas se encuentran siete vocablos raros que nunca más aparecerán en
todo el Evangelio según san Lucas.
Tan pronto ve ese pobre desventurado, como dice el original griego, sus entrañas se conmueven (un amor “visceral”) y su compasión se hace activa: venda las heridas, les echa vino y aceite según las técnicas de los primeros auxilios orientales, los bue sobre su cabalgadura, lo confía al posadero repitiendo dos veces el verbo “cuidar” y comprometiéndose incluso para el futuro entregando dos denarios, el sueldo de unos dos días de trabajo para un jornalero. ¿Qué nos quiere decir Jesús, con tan sublime parábola? Sin duda, nos advierte que ni compromisos legales ni obligaciones que creemos sagradas, nos disculparán de este empeño de amor y desinterés total por el necesitado. Pero además, nos enseña que para la práctica de la caridad, no importa las distinciones de clan, barreras raciales, políticas o religiosas.
Tan pronto ve ese pobre desventurado, como dice el original griego, sus entrañas se conmueven (un amor “visceral”) y su compasión se hace activa: venda las heridas, les echa vino y aceite según las técnicas de los primeros auxilios orientales, los bue sobre su cabalgadura, lo confía al posadero repitiendo dos veces el verbo “cuidar” y comprometiéndose incluso para el futuro entregando dos denarios, el sueldo de unos dos días de trabajo para un jornalero. ¿Qué nos quiere decir Jesús, con tan sublime parábola? Sin duda, nos advierte que ni compromisos legales ni obligaciones que creemos sagradas, nos disculparán de este empeño de amor y desinterés total por el necesitado. Pero además, nos enseña que para la práctica de la caridad, no importa las distinciones de clan, barreras raciales, políticas o religiosas.
Jesús incluso con esta
enseñanza trastoca incluso en su aplicación final la pregunta: ¿Quién es mi
prójimo? No se trata de distinguir entre próximos y lejano, sino de comportarse
como próximos (sentirse cercano) de todo el que se cruza en nuestro camino.
Esta es la auténtica lección de Jesús. A Él no le interesan los grados de
“proximidad”, sino los actos de generosidad. Este texto no puede ser, “tiros a
zopilotes”, es decir, perdidos. Este texto tiene remitente y claros
destinatarios. Está dicho para cada uno de nosotros, que como el sacerdote y el
levita, pasamos mirando para otro lado, para no encontrarnos con el miserable y
abandonado, sintiendo a veces, hasta fastidio. Deberemos pensar que Jesús nos
quiere como ese samaritano, que tuvo el corazón lleno de ternura, las manos
laboriosas, la premura absoluta y generosa. ¡No por casualidad el Señor nos regala hoy este texto!
P. Tony Salinas Avery
asalinasavery@gmail.com
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