Mensaje P. Tony Salinas

lunes, 12 de enero de 2015
Al Encuentro de la Palabra…
“Vieron dónde vivía…” (Jn 1,35-42 – Segundo Domingo del Tiempo Ordinario)

            Después del bautismo de Jesús y de dar testimonio sobre él, Juan el Bautista le transfiere dos de sus discípulos que, a su vez llevan ante el Señor a Simón Pedro. Todo inicia con la escucha de la voz de Dios que les invita a seguir a Jesús, primero en la boca de Juan, y luego del mismo Señor en la intimidad de su compañía. La escucha se convierte en el primer paso del descubrimiento del Mesías. Escuchar es una manera de ver, desde los ojos del corazón, desde donde se dan razones para creer y dar la vida en el seguimiento.
            La llamada de los primeros discípulos ha estado preparada por un escenario bien concreto, el testimonio y la predicación de Juan Bautista. De hecho, será su profesión de fe sobre Jesús: “He aquí el Cordero de Dios” la que lleve a algunos de sus seguidores hacía él: “Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús”. Pero hay que señalar, que esta es una nueva manera de llegar a ser discípulo. En este siglo primero, los Rabbí judíos esperaban ser escogidos por parte de los eventuales seguidores, con Jesús se marca una nueva característica: la iniciativa parte de Él. Los dos nuevos discípulos conocen, entonces, el hábitat propio del Maestro que los llama: “Vengan y lo verán”. Fueron, pues, vieron donde vivía y se quedaron con Él aquel día”.
            La llamada de Dios para cada uno de nosotros, como lo fue para los primeros discípulos, se basa en un proceso pedagógico por parte de Jesús. Se trata de un buscar la verdad, la verdad existencial de la propia vida, que en el relato se presenta a través de las preguntas: dice el Maestro: ¿Qué buscan? Ellos responden: ¿Dónde vives? Se trata de un descubrimiento progresivo, de una búsqueda interior, de algo profundo. A este proceso hoy le llamamos: “Vocación”. La vocación es el escuchar la voz interior de Jesús que nos pregunta ¿qué buscas?, ¿hacia dónde vas? ¿qué quieres hacer de tu vida? El don de ser discípulos de Jesús, no es algo mecánico ni puramente profesional. Todo lo contrario es algo que compromete la vida, le exige un acto de verdad que lleva a la entrega total y plena de la propia voluntad para aceptar la de Jesús.
            Los relatos de vocación son temas constantes en el Antiguo Testamento, hoy en este domingo hemos leído el magnífico relato de la llamada del joven Samuel, modelo profético de los discípulos cristianos, que a través de un trisagio de llamadas: “¡Samuel, Samuel!” (1Sm 3,10), camina hacia el descubrimiento de ese Dios que lo ha llamado para una misión en medio de su pueblo Israel.

            Después de estas breves consideraciones, descubrimos que el principio bíblico sobre la vocación, está en que Dios es la raíz de toda llamada, es Él quien siempre toma la iniciativa y como en el caso de Samuel, cada persona puede responder con generosidad: “Habla, Yahvé, que tu siervo escucha” (1Sm 3,11-14) o simplemente negarse a aceptar la llamada. El Señor llama, a quien quiere, como quiere y cuando quiere, así pasó en la llamada de esos primeros discípulos de Jesús, que en un día particular tuvieron la fortuna de encontrarlo y quedarse con él para siempre. La vocación en la Biblia es una manifestación de la profunda y misteriosa voluntad divina, que interpela y llama al ser humano, tocándolo en su más radical intimidad. 

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