Mensaje P. Tony Salinas

martes, 16 de octubre de 2012


“Entonces Pedro dijo: He aquí…” (Mc 10,17-30 – XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario)

            Este domingo tenemos delante de nosotros un pasaje evangélico que nos pone en la tensión entre el reino de la riqueza y el reino de Dios. Dos realidades totalmente opuestas. La antigua tradición de la Biblia, la de lengua gregoriana, ha tratado de moderar la paradoja presentada por Jesús, imaginando leer en vez de la palabra griega kamélos, “camello”, el término afín kamílos, “cuerda”, “soga”. Con la fuerte afirmación de Jesús: “¡Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios! En realidad lo que Jesús quiere afirmar es: ¡No podéis servir a dos señores, no podéis servir a Dios y al dinero! (Lc 16,13). Pero hay que entender, que por riqueza no se puede entender en el lenguaje de Jesús, por riqueza no son sólo las riquezas monetarias, sino las que a partir de ellas una persona puede poseer de manera insalubre para las relaciones consigo mismo, con los demás y con Dios. Pensemos que por riqueza se tienen: las cosas, el desperdicio, la autosuficiencia, la vida materializada de derroche, el egoísmo, el placer, la vanidad, el tener por encima del ser, el trato de los demás de manera utilitarista e interesada, la búsqueda de riqueza sin justicia social, etc.
            Y ante esta sentencia de Jesús, algunos de nosotros podemos pensar entonces, que el Evangelio es un simple dejar o salir perdiendo… Y es todo lo contrario, es un dejar para recibir. Así, a la par de los bienes materiales que pueden dejarse o desprenderse por su Nombre a favor de los más necesitados, se convierte en un camino de recompensa que Dios dará de los bienes que no pasan y a los cuales todos deberíamos aspirar. Es una manera de elegir ser pobre, capacidad de no estar apegado a nada aquí en la tierra, para poder ser y estar plenamente disponible para  escuchar y seguir al Maestro de los bienes celestiales, teniéndolo en definitiva a Él como el único tesoro.
            La pregunta de Pedro a Jesús: “¿He aquí que hemos dejado todo y te hemos seguido?”, y la respuesta de Jesús afirma que no es dejar las cosas por dejarlas, sino atender a un valor superior, que llena de valores trascendentales, es decir, la aspiración creativa y decisiva a una entrega solidaria que se hace trascendental a través de lo que conocemos por amor. Por lo tanto, la Palabra de Dios de este domingo, nos invita a no vaciar el corazón del yo, de las cosas y de las riquezas, simplemente por un heroísmo de ascética humana; lo que inspira a dejarlo todo, no es una filosofía o un algo, sino cuanto más la persona única y redentora de aquél que tiene las llaves de la vida y de la muerte y, es capaz de resucitarnos como la máxima recompensa, en el último día. Ante sublime realidad, nada supera sus promesas. Pero para tan radical decisión, sólo se puede acceder por el don de la fe. La fe es la que nos hace aspirar a esos valores. Deberemos no dejar este tema en el olvido de este domingo, se requiere darle continuidad. Ha sido esta falta de continuidad al tema de la riqueza y el seguimiento por fe de Jesús, que no haya superado a través de los siglos la justicia social que brota de las entrañas mismas del Evangelio, y a la cual muchos nos hemos querido hacer sordos. 

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