Mensaje P. Tony Salinas

martes, 16 de octubre de 2012

Al Encuentro de la Palabra…en el Año de la Fe.

“¿Podéis beber el cáliz que yo bebo…?” (Mc 10,35-45 – XXIX Domingo del Tiempo Ordinario)

            Siguiendo el sendero espiritual que el Evangelio de Marcos, nos vienes presentando, llamado por algo el “Evangelio del Camino”, nos detenemos en este domingo en la imagen de la sangre y el sufrimiento que el Hijo de Dios deberá probar en sí mismo y dar a probar a quienes quieran como Santiago y Juan, seguirlo. El lenguaje es altamente semita, como bien lo dice la carta a los Hebreos, Él “gustó la muerte” (2,9). Una manera muy judía pues, para señalar un destino de sangre y dolor. El evangelio de hoy, Jesús mismo lo señala en la imagen del “cáliz”. En la Biblia es una imagen del juicio divino, en primer lugar: “En la mano del Señor hay un cáliz lleno de vino drogado. Se lo hace beber hasta la última gota a todos los malvados de la tierra” (Sal 75,9). Es pues, el símbolo de un destino, pero que también puede ser positivo, cuando se habla del “cáliz de la salvación” (Sal 116,13). Jesús con la imagen del cáliz que beber, alude a su muerte que es juicio y salvación; Él, en ese instante, asumirá sobre sí el juicio divino sobre el mal del mundo, pero el contenido de ese cáliz se transformará luminosamente en el vino generoso del banquete mesiánico de salvación.
            Hermosa explicación ésta, que nos advierte desde ya, que en este domingo la eucaristía no nos lleva a lamentar la muerte cruenta de Jesús, sino ante todo a celebrar en la “acción de gracias”, que Él como nos dice la carta a los Hebreos: probó, gustó el sabor de la muerte, “para bien de todos”. Pero a la par de este gran principio teológico, nos viene la lección de vida, la cual orienta a no buscar los primeros puestos para servirnos de ellos, sino para servir, tal como Él mismo, nos lo recuerda: “El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la propia vida en rescate por muchos” (vv. 35-45). Estamos pues, en el centro espiritual del misterio, por una parte de Cristo, como Redentor del hombre, que por su entrega nos llevó a la vida, y por otra, la invitación imperativa, de que todos los que quieran seguirle, deberán optar para alcanzar como Él la victoria definitiva, el beber de ese cáliz que ya Él probó primero.
            Página no muy dulce, ésta la del evangelio de este domingo, que preferirían estar siempre bebiendo de un cáliz, que les colme de todos los efectos alienantes y gratificantes que da el poder, que no se usa para servir. Cada vez que nosotros como discípulos nos ponemos de parte de la opresión y del poder es como si traicionáramos al Maestro, vendiéndolo como lo hizo Judas. Cada vez que el discípulo, que desempeña un cargo o una responsabilidad, se transforma en un príncipe orgulloso y egoísta, destruye a Iglesia de Dios reduciéndola a una organización socio-política, como se da en nuestros tiempos. Igual lo podemos decir, de la comunidad cristiana, que puede por igual paganizarse al dejarse fascinar del poder o de sus muchos triunfos como estructura.
            Entonces los “hijos del trueno” apodo con que se les conocía a Santiago y Juan, nos representan, al aceptar de manera temperamental beber del cáliz, sin conocer en verdad su significado y contenido. Pero también nos representan los otros discípulos que también actúan de manera inmadura, ven perder sus propias aspiraciones de arribismo, popularidad, riqueza, prestigio, glorificación humana. También ellos deberán aprender de Jesús, sobre el verdadero valor del Reino: la humildad. Ésta es la puerta imprescindible para pasar a ser un auténtico discípulo de Jesús de Nazaret. 

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