Mensaje P. Tony Salinas

lunes, 19 de agosto de 2013
Al Encuentro de la Palabra…en el Año de la Fe
“Se sentarán a la mesa…” ( Lc 13,22-30 - XXI Domingo del Tiempo Ordinario)

            Leyendo el Evangelio de Lucas durante todos estos domingos, hemos podido ya comprender como éste es el evangelista del universalismo cristiano, abierto al mundo pagano: “Vendrán de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán en la mesa en el Reino de Dios”. Esto indica abiertamente que ningún pueblo de la tierra debe sentirse excluido o extraño en la realidad última que Dios ha preparado en Cristo a todos los que crean en Él, donde hay un sitio para todos.
            Para entender este Evangelio, hay que escuchar y meditar bien la primera lectura (Is 66,18-21), se trata de una página de un autor anónimo célebre que vivió en el s.VI a.C., al final del destierro  de Babilonia, conocido como el tercer Isaías. A Israel, de regreso a la tierra de los padres y bajo la tentación de encerrarse en sí mismo, el profeta presenta la visión de una invasión de pueblos de miles de lenguas, conquistadas por la Palabra de Dios. El Jesús de Lucas, para quien ya un extranjero como el samaritano se había convertido en el emblema del perfecto creyente, invita hoy a que todos participen en la mesa de su reino. Ya o será importante el cumplimiento rígido de las normas de pureza racial, tribal, familiar y ritual, para formar parte del pueblo de los elegidos, que para el pueblo de Israel está basado en los descendientes de las doce tribus y sobre todo la levítica. Todo con Jesús parece caer y se abre un nuevo horizonte. Ya no es necesario estar inscritos en una comunidad de salvados, porque practican y cumplen los preceptos de su propia manera de leer su fe. Lo importante en cambio es, en cambio, haber atravesado la “puerta estrecha”, es decir, el empeño serio y personal por la búsqueda del Reino de Dios. Ésta es la única garantía de estar por el camino que lleva a la luz de la salvación, que Jesús anuncia.


            Hacia esa “puerta estrecha” se aglomerarán los muchos que han conocido a Jesús, digamos, por qué no, los que hemos predicado en su nombre, participado de la Eucaristía, los que hemos salido en misión para anunciar su Palabra, etc., ya el mismo Jesús lo había señalado: “Muchos me dirán: Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?” (Mt 7,21-23), ante quien, aparecerá la fría respuesta de Cristo repetida dos veces: “No los conozco, no sé de dónde son”. Y es que para pasar por ella se necesita la fe y el amor, que son las llaves que abren las puertas a la fiesta definitiva del banquete celestial. Puerta estrecha, sin duda porque son exigencias nada fáciles para quien prefiere este mundo que las realidades del más allá.
            Esta “puerta estrecha”, a quien Mateo dice que es también el “camino estrecho”, representa el empeño que todos debemos tener para alcanzar la meta de la salvación eterna. Muy interesante es el uso del verbo griego que emplea Lucas, es agonizesthe, y que traducimos como “esfuércense”, que indica lucha, una especie de “agonía”, que es el verbo también usado para indicar el esfuerzo que hacen los atletas, imponiéndose fatigas y sufrimientos, que involucran todo el ser y no sólo la mente y el corazón. Ellos para ganar una corona que se marchita, el cristiano una corona de inmortalidad.
            Pero lo más duro del mensaje de Jesús de hoy, es que por ella sí podrán pasar, “los últimos”, incluso los “lejanos”, es decir, los justos, los verdaderos agentes de paz y de justicia, los verdaderos fieles. Aquellos que no prendieron tal vez velas, no se hicieron la señal de la cruz, o tuvieron una devoción, alcanzaron entrar por una adhesión sufrida, operosa y cotidiana.


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