Mensaje P. Tony Salinas
miércoles, 29 de enero de 2014
“Y Él se puso hablar enseñándoles” (Mt 5,1-12 – IV del Tiempo Ordinario)
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Al Encuentro de la
Palabra… según san Mateo – Para la Lectio
Divina
“Y Él se puso
hablar enseñándoles” (Mt 5,1-12 – IV
del Tiempo Ordinario)
En el evangelio de este domingo, se
inicia lo que ya se había indicado en el domingo pasado, Jesús inicia su
predicación, la escena está llena de ricos detalles: “Al ver Jesús al gentío
subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a
hablar enseñándoles”. Cada paso dado por Jesús revela su categoría de maestro y
la autoridad que posee para enseñar. El relato nos hace advertir que todos
estaban urgidos en escucharle. Estamos en el primer discurso narrado por Mateo
de los cinco que presenta. Jesús subiendo a la montaña aparece como en nuevo
Moisés que, sentado en el nuevo Sinaí, nos ofrece la Palabra última y
definitiva de Dios. No se trataría pues de una anotación geográfica sino más
bien de indicación teológica.
Y la puerta a este mensaje
espiritual, lo ofrece el anuncio dado a los “pobres de espíritu”, expresión
bíblica para indicar a quien tiene el corazón, la conciencia y su interior más
profundo “pobre”. Pero por pobres se debe entender a los muchos más que la sola
palabra indica. En la Biblia el término original hebreo es “anawin” que señala
a los encorvados, es decir, a los oprimidos por los poderosos, las víctimas
indefensas, una muchedumbre inmensa distribuida en todos los tiempos y lugares.
Pero se refiere también a los justos, los mansos, los humildes, los que confían
siempre y sólo en Dios. Para Mateo éstos son los destinatarios del mensaje de
Jesús, a quien llama “Bienaventurados”. El verbo que le acompaña está también
en presente: “es”. Por lo que la dicha que Él promete está no sólo para la otra
vida, sino también para esta vida terrenal.
La manera de hablar, llamando a los
pobres “bienaventurados”, fue una forma literaria usada por el Antiguo
Testamento para celebrar la felicidad del justo que confía su vida al camino
indicado por Dios y no se deja seducir por el encanto perverso del mal. Aparece
26 veces en los Salmos y 31 veces en el resto de todo el Antiguo Testamento. En
Jesús son una propuesta maravillosa a darle un vuelvo a las propuestas humanas
de riqueza, dominio, egoísmo, satisfacción y gozo inmediato, dándole
escandalosamente Él una inversión a la escala de los valores para quien le
quiera seguir. Plantea así con su vida a la sociedad la interrogación profunda
sobre las metas de la existencia.
Pero hay que dejar claro una cosa.
En el antiguo Israel la bienaventuranza se manifestaba sobretodo en el
bienestar, en el éxito, en la prosperidad: eran signos de la justicia del
hombre recompensada por la bendición divina. Realidad que no ha cambiado mucho
en nuestra realidad, ya que muchos lo piensan y lo predican así. Jesús por el
contrario llama bienaventuranza al infortunio y a los que son considerados
desventurados a los ojos de los hombres.
Se trata de una forma de ver la dicha desde los ojos de Dios y no desde los
ojos humanos. Por eso que las así llamadas “Bienaventuranzas” son un
desconcertante programa de vida cristiana.
Ahora bien, ¿Quiénes son los que
nacen a este nuevo estilo de vida y a causa de qué? Jesús habla para quienes se
han dejado engendrar por la escucha de la Palabra. Es con la actitud de
discípulos que podemos todos ser engendrados en esta nueva visión de la vida.
Sus verdaderos discípulos que siguen su Palabra, en las dificultades no se
afligen, sino que se sienten identificados con su Señor: con alegría se sienten
dichosos de estar con Él y ser como Él. En definitiva la dicha sólo nace cuando
se lee la propia vida en categoría de identificación con Él y es la cruz la que
los asemeja con Él.
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