Mensaje P. Tony Salinas

jueves, 21 de mayo de 2015
“Fue elevado…” (Mc 16,15-20 – Domingo de la Ascensión)

            Al texto evangélico de este domingo le acompaña la narración de la primera lectura tomada del libro de Los Hechos de los Apóstoles, 1,1-11, donde se nos da a comprender que la ascensión de Cristo al cielo es una nueva y real declaración de fe en Cristo resucitado. Él está presente en medio de nosotros, su presencia es enteramente espiritual. Esta perícopa tomada del así llamado del Evangelio de la Iglesia, sintetiza en un versículo la peregrinación del Señor en este mundo (Hch 1,1), para pasar luego a una serie riquísima de imágenes bíblicas que nos permiten comprender el evento de la glorificación-exaltación del Resucitado. La expresión “fue elevedo a lo alto” (Hch 1,2), testifica la acción extraordinaria que en la persona de Jesús Resucitado se efectúo tras su resurrección de entre los muertos.
En cambio en el evangelio de Marcos de hoy, nos encontramos en su final conocido como el “final canónico”, agregado probablemente por un discípulo del evangelista, que prepara la escena de la ascensión mediante el envío misionero de los once: “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda criatura”; después describe el efecto de la predicación entre aquellos que la aceptan y la reciban con alegría, lo mismo que las consecuencias para quienes la rechacen (16,16); luego indica una serie de signos nuevos que acompañarán a los predicadores del Evangelio a lo largo del tiempo, para luego pasar a la breve descripción de las escena de la ascensión del Señor: “Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios”.
No olvidemos que la primera versión de este evangelio de Marcos terminaba de una manera abrupta con la huida y el miedo de las mujeres. Aquí por el contrario termina con una presentación de forma notable de la situación del anuncio pascual que conduce primero a una incredulidad (vv.11-14) y después a una predicación confirmada por “signos” (vv.15-20). Además, curiosamente este segundo final, recorre un buen número del vocabulario pascual disponible: “levantarse” (anistanai, v.9), “vivir” (zen, v.11), “ser despertado” (egeiren, v.14), “ser levantado” (analambanein, v.19).
La ascensión narrada aquí, es descrita en términos que recuerdan la venida del Hijo del hombre, tal como Jesús habló de ella a los miembros del Sanedrín (14,62). Y con la ascensión se inicia el camino de la misión que tiene ese tinte universal. La salvación se ofrece a todos, pero la fe es una condición fundamental para alcanzarla. Llama también poderosamente la atención, que cuatro de los cinco signos que acompañan a los creyentes son conocidos por el libro de los Hechos: expulsar demonios (16,16-18), hablar otras lenguas (2,1-11), coger serpientes (28,3-6) y curar enfermos (3,1-10). Con la diferencia de Hechos, que estos signos no están reservados a los misioneros, sino que pueden ser realizados por cualquier creyente. Lo importante a destacar en este tema de los “signos” es que con ellos se hace presente la cooperación del Señor en la predicación apostólica, confirmando así la palabra de éstos que son los Testigos de su resurrección.

Concluyamos diciendo que la subida al cielo de Jesús el envío en misión son dos caras de la misma realidad. Jesús resucitado “se sienta a la derecha de Dios”, en posición de juez escatológico, mientras que sus discípulos recorren el mundo entero, fortalecidos por el poder que contiene el Evangelio. 

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